Hundiendo raíces

NataliaLa educación es el corazón de la sociedad y nadie puede vivir sin su latido. Hace décadas, la plantaron en un bosque y la colocaron en el centro porque gracias a ella se ramifican los valores y el resto de pilares de aquello que nos rodea. Sin embargo, no le dieron un espacio aceptable para que la educación se moviera con total libertad y diera frutos valiosos. Tras una pequeña investigación descubrieron que el problema se hallaba ya en sus raíces, de forma que cuando la climatología cambia o las amenazas del bosque llegan, a la libertad de educación la tienen vapuleada. Ahora se avecina fuerte tormenta.

Remontémonos a 1978 cuando se decidía nuestra querida Constitución. Todos los artículos de la ley de leyes se aprobaron por consenso pero no ocurrió lo mismo con el Artículo 27, el que habla del sistema educativo. Por un lado, algunos partidos políticos buscaban que la educación fuera un derecho garantizado por el Estado y, otras formaciones políticas, abogaban por la libertad de enseñar y aprender y por la de creación y elección de centros docentes. Esta doble vertiente ponía de manifiesto una larga historia de pasiones entorno a la manera de educar que no se encontraron en la redacción del artículo que acabó mezclando una idea con otra, sin definirse. Dice así: “todos tienen derecho a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza”. Si leen completo el Artículo 27 de la Constitución se percatarán de que cada punto contradice al anterior. ¿Cómo podemos pedir que exista una libertad de educación sana si sus raíces no son profundas y fuertes?

Pero la democracia fue creciendo y le salieron siete ramas, siete leyes educativas. Es curioso comprobar cómo la clase política excusa y justifica los cambios en las leyes precedentes afirmando que “no cumple con los objetivos”. ¿Acaso lo que se espera de la educación cambia con un promedio inferior a los seis años? Porque si hacemos un cálculo matemático rápido es el tiempo que tardan nuestros representantes en reformar la ley educativa que está en vigor. Parece que los políticos han olvidado que el sistema educativo debe educar y que no debe ser un campo de batalla entre unos cuantos.
Esta manera de actuar enfrenta al político con el ciudadano y pone en tela de juicio la elección que hacen los padres para la educación de sus hijos. Los hay que buscan un centro con una serie de valores morales, religiosos, otros atienden a las metodologías utilizadas, a la financiación del centro… En definitiva, esta decisión debe proceder de las familias y la educación es esencial para garantizar la libertad del individuo. ¿Qué libertad existiría si no pudiéramos elegir?

Además, todos los ciudadanos tenemos el deber y el derecho de participar en la realización del bien común por lo que no solo este poder debe residir en el Estado. Decía Nelson Mandela que “la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo” y caso omiso hacen algunos que encontraron en la educación un arma arrojadiza en lugar de un árbol hermoso que puede dar frutos diferentes y que es la base de todas las generaciones.

Entre tanta tormenta, la educación sufre taquicardias. Esperamos, no obstante, hacerla retornar a su ritmo cardíaco adecuado por el bien de todos.
Y sí, sabemos educar. Seguiremos demostrándolo.

@olmonatalia

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